jueves, 30 de abril de 2009

Recursos

miércoles, 22 de abril de 2009

Pasantías

El argumento de autoridad es un artilugio trillado. Cargo, edad, profesión o experiencia, suelen aparecer como el único fundamento aparente de sentencias de lo más irracionales. Ello está arraigado en nuestra sociedad actual. Así, el que dispara veredictos propulsados desde su rol o posición no tiene resistencias del destinatario, quien, generalmente, asume la inmunidad de la palabra autorizada.

El régimen de pasantías, básicamente, se funda en la inexperiencia y juventud del pasante para establecer una relación laboral precaria. Los jóvenes inexpertos no tienen la autoridad de los viejos experimentados. No se otorgan razones para sostener esa conclusión. Se confía, adrede, en caracteres de hecho. Ergo, se aduce que el sistema beneficia a ambas partes de la relación. Mentiras. El empresario, por migajas, aprovecha la enérgica y conocimientos universitarios de los estudiantes o recién graduados. Eso está claro. En cambio, es más cuestionable el retorno que le produce al pasante. Se invoca que el sistema favorece a la inserción laboral de la juventud profesionalizada. Es decir, se termina alegando que le conviene ingresar a un entorno laboral, resignando sueldo y seguridad, para ganar experiencia. Cuantas falacias. Una persona que estudió entre tres y seis años podrá no tener el hábito práctico, pero en cambio, propone un bagaje teórico que, combinado con la fuerza de su juventud y la carencia de malas mañas, resulta imprescindible para cualquier organización laboral. Eso es un valor agregado que, por conveniencia, se lo interpreta como una deficiencia que repercute en las condiciones de contratación. Las universidades son cómplices de la patraña y ofrecen a sus estudiantes y graduados como mercancías chinas.

Alejandro Magno tenía veinte años cuando tomo el mando de Macedonia. Menos mal que en su época no existían los prejuicios de hoy. No creo que hubiese agarrado por $450 más tickets.

jueves, 16 de abril de 2009

Culpables


Culpables


La forma en que se está comunicando la epidemia del dengue denigra a la razón humana. Crispa el alto grado de simplismo con que se propone explicar las causas que le dieron génesis. Comunicadores almidonados y sanitaristas improvisados nos develan al unísono la raíz que provoca y fomenta éste mal. Extasiados por revelarnos la solución que nos libere del apocalipsis, increpan nuestros descuidos que alimentan la voracidad del monstruo. Nos reprenden por olvidarnos de cambiar el agua del florero, estimulan nuestra personalidad culpógena resaltándonos la negligencia de tener tiradas en nuestro jardín algunas tapitas de gaseosas llenas de agua, predican para erradicar los neumáticos vacíos en los patios traseros de nuestras viviendas o, dilapidando su admirable grado de cinismo, reprochan que no le cambiemos el agua al perro. Pobre animal.

Doña Rosa, único concepto rescatable del legado del fallecido lobby- periodista, recoge el guante. Se lo pone y reproduce el mensaje redoblando el reproche. Así, el vecino nos regaña por las macetas que juntan agua en nuestro balconcito del microcentro, las abuelas intoxican a sus nietos con sobredosis de repelente, y los compañeros de trabajo, temerosos de que seamos objeto de propagación del nuevo mal, nos boicotean la escapadita mensual al Tigre.

Detrás de las luces, aislados en sus recintos herméticos, los investigadores luchan con la urticaria que les provoca la acción comunicacional y la consecuente reacción ciudadana. Gritan pero nadie los escucha. Hace tiempo que lo hacen. Hablan de políticas sostenidas de control de vectores. ¡Qué idioma extraño el de ellos! Denuncian falta de recursos para sustentar sus pesquisas científicas. Reclaman centros sanitarios especializados en la prevención y control. Ilusos.

Los actores de programas sociales, que, por pura altanería, tienen más capacidad para comunicar sus reclamos, denuncian basurales a cielo abierto, propagación de tosqueras inundadas, contaminación de cursos de agua estancados, matorrales impenetrables, o, básicamente, otros síntomas que acosan a vulnerables y excluidos. Algunos medios, como nota de color, levantan sus vociferaciones. Estos rojos no cambian más.

En definitiva, teóricos y prácticos -todos con palabra autorizada- proponen una explicación distinta a la del vuelo rasante mediático. La capacidad de divulgación de sus propuestas es limitada. Debe ser desesperante. Sería bueno agudizar el oído para escucharlos tras el barullo de la versión oficial. También sería interesante estar sensibilizados para asimilar la desgarradora realidad que suele fluir en los enfoques profundos.

Mientras tanto, el vació es llenado, rebasado, con interpretaciones y recomendaciones huecas o estériles.

Espero ansioso al atrevido que anda con ganas de plantear la fabricación de un mosquitero gigante que aísle a las zonas urbanas. Desde la experiencia del efímero muro, todo puede pasar.

Anibal


lunes, 13 de abril de 2009

Carrera electoral

jueves, 9 de abril de 2009

Lugares comunes

martes, 7 de abril de 2009

Magnetismo

viernes, 3 de abril de 2009

DE LUTO